Las fiestas de carnaval son una
de las tradiciones más antiguas en la historia del mundo que el hombre moderno
aun conserva, y como no hacerlo, si celebrar estas fiestas supone un paréntesis
en la vida cotidiana, un poco de descontrol “controlado” donde casi todo está
permitido. En sus inicios los carnavales eran celebraciones que estaban
asociadas a fenómenos espirituales, astrológicos y naturales, y que se
expresaban a través de la danza, la sátira, los disfraces, la música y el
desorden.
El uso de disfraces, mascaras o
pintarse la cara es un acto que también se remonta a la antigüedad. Las
primeras evidencias, al parecer, hablan de que antiguos campesinos sumerios
realizaban ceremonias durante el verano para celebrar la fertilidad de la
tierra y alejar a los malos espíritus de la cosecha, en las que se reunían
disfrazados y enmascarados alrededor de una hoguera. Estas ceremonias con
consideradas como preludio de las fiestas de carnaval.
A medida que los carnavales
fueron creciendo y diversificándose, el uso de los disfraces y mascaras
adquirieron otros significado. En algunas sociedades los carnavales fueron un
giro de la sociedad con roles sociales cambiantes, es decir, el siervo podía
hacer de amo; en otras eran símbolo de la inexistencia de clases sociales donde
ricos y pobre se mezclaban sin reconocerse. Las mascaras y los disfraces
permitían el cambio de identidad, la salvaguarda del anonimato al disfrazarse o
taparse el rostro, la burla de la jerarquía, la parodia de personajes reales o
alegóricos y la caricatura del vicio y las malas costumbres.
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